24 de febrero de 2019
El intento de la oposición venezolana quedó frustrado al permanecer cerrada
la frontera con Colombia
En el Día D los camiones no pudieron
entrar
A pesar del despliegue permanente de la confrontación en los puentes
Bolívar y Santander, a la cual se sumó un intento de ocupar el aeropuerto de
San Antonio, que fue desactivado, la oposición buscó hacer un uso político de
la ayuda humanitaria.
Por Marco Teruggi
Vista aérea del puente internacional entre
Cúcuta y Ureña, donde se ve el humo de camiones quemados.
Desde Ureña, Táchira
El 23 de febrero, día de la anunciada entrada de la
ayuda humanitaria a Venezuela llegó, y terminó. Los pronósticos apocalípticos
no tuvieron lugar, no cayó Nicolás Maduro, Juan Guaidó se quedó en Cúcuta, el
país no entró en una confrontación cinematográfica. ¿Alta tensión? Mucha, en
particular en la zona de frontera que separa los dos países a través de tres
puentes sobre un río casi seco: Simón Bolívar, Tienditas, y Santander. De un
lado Táchira, las ciudades de San Antonio y Ureña, del otro Norte de Santander,
con la ciudad de Cúcuta.
La jornada empezó temprano con lo que se esperaba, una
presión frontal con fuerza mediática en los puentes. Las acciones tuvieron
momentos de euforia, debido por ejemplo a que un puñado de integrantes de la
Guardia Nacional Bolivariana (GNB) decidieron sumarse a las filas de
Trump-Rubio-Duque-Guaidó. La euforia bajó y con el pasar de las horas se formó
la certeza de que no pasarían para el otro lado ni la gente ni los
camiones.
Esa situación se tradujo en dos elementos centrales.
Por un lado, el despliegue de una confrontación permanente en los puentes
Bolívar y Santander, a la cual se sumó un intento de ocupar el aeropuerto de
San Antonio que fue desactivado, y por el otro la utilización de los camiones
con la ayuda humanitaria.
La confrontación recordó las estrategias callejeras
violentas desplegadas durante el 2014 y 2017 por la derecha en varias ciudades
del país, conocidas como guarimbas. Con la diferencia de estar concentradas en
puentes internacionales, y contar con el apoyo explícito de los cuerpos de
seguridad del Estado colombiano. El ciclo fue repetido: avanzar hacia el lado
venezolano, retroceder, intentar pasar por debajo del puente en el caso del
Simón Bolívar. ¿Qué debería hacer un gobierno ante un intento de invasión
guarimbera financiada internacionalmente?
La utilización de los camiones tuvo tres momentos
centrales. El primero el de mostrar unas caravanas en camino hacia los puentes
y explotar mediáticamente las imágenes, el segundo el de mentir al afirmar que
habían ingresado a Venezuela –como lo hizo el cantante venezolano Nacho al dar
por terminada la jornada– y el tercero generar un falso positivo, como fue la
quema de dos gandolas. La matriz fue la de acusar a la GNB, cuando quedó
filmado cómo fueron jóvenes de primera línea de confrontación.
El incendio de las gandolas parece haber sido
planificado, y se tradujo en la acusación a Nicolás Maduro de haber cometido un
crimen de lesa humanidad, la escalada de amenazas internacionales, como la que
también twitteó el senador norteamericano Marco Rubio, quien afirmó que
Venezuela había disparado en territorio colombiano, y que Estados Unidos
defendería a Colombia en caso de agresión.
Lo cierto es que, por fuera de esos episodios, no
ocurrió lo que habían anunciado. No ingresó la ayuda humanitaria a Venezuela
por ningún punto, ni por Colombia, ni por Brasil ni por el mar, no se produjo
un quiebre de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, los puentes se parecieron
a las imágenes ya conocidas en la estrategia violenta de la derecha, ahora en
un marco más complejo. Si era el día final no lo fue, si era el punto de
quiebre tampoco parece haberlo sido en la dimensión que lo anunciaron. Otra vez
se generó la desilusión de la base social de la oposición, confrontada a la
distancia entre las promesas de sus dirigentes –que ahora son internacionales–
y las correlaciones reales de fuerza.
El chavismo, por su parte, movilizó en Caracas, fue su
quinta movilización consecutiva en cinco días. En ese contexto el gobierno
anunció la ruptura de relaciones con el gobierno colombiano como medida
central, que se suma a las decisiones tomadas en días anteriores de cerrar las
fronteras con Brasil, Colombia, y las islas de Aruba, Bonaire y Curazao.
El resultado al finalizar el 23 fue de una gran
ofensiva que planteaba ser la final y no logró sus objetivos, y un gobierno
venezolano que se mantuvo de pie ante la embestida que, como se sabía, golpeó
en simultáneo sobre varios flancos: armados, mediáticos, psicológicos,
diplomáticos, territoriales. Ese saldo final era el esperable según las fuerzas
reales –sin efecto inflado por redes sociales– y sin la aparición de una carta
nueva por parte de Elliot Abrams, Iván Duque o Marco Rubio.
Existe otro saldo, que es la cantidad de noticias
falsas, construcciones de rumores, de datos sin comprobar, sin fuentes
creíbles. Forma parte de la avalancha, el aturdimiento, la justificación de
nuevas posibles acciones. El caso de los camiones quemados fue la más clara el
23. La dificultad reside muchas veces en confirmar fuentes, números, veracidad
de los hechos, algo que suele quedar barrido en las lógicas de guerra que
tienen a la operación comunicacional como columna vertebral. Nadie puede
sorprenderse de una mentira norteamericana dentro de un asalto, el derecho a la
inocencia está prohibido, la necesidad de la sospecha es permanente.
¿Qué pasará el 24 o 25? Resulta temprano saberlo,
pareciera, por cómo se han dado los acontecimientos, que seguirán las presiones
en los puentes sin capacidad real de ingresar a Venezuela, irán en ascenso las
amenazas y reuniones internacionales, y tal vez se de un falso positivo de alta
envergadura. Yo la anunció Rubio la noche del 22 al 23 cuando escribió acerca
de la posibilidad de que el Ejército de Liberación Nacional, de Colombia,
asesine civiles. Anunció lo que ellos mismos parecen dispuestos a hacer, cómo
disfrazarlo, y a partir de allí justificar nuevas acciones, y pasar de la forma
“ayuda humanitaria” a un nuevo esquema.
La frontera termina en una
noche tensa, como si algo pudiera ocurrir en cualquier momento. Estamos en
horas y días complejos, donde uno de los objetivos centrales del gobierno de
Venezuela, del chavismo, es el de prevenir las acciones-trampas, las imágenes
de violencia, la violencia misma, que dejó 42 heridos del lado venezolano el día
23. Una idea del clima social en la noche del sábado la da la tendencia del
Twitter, donde cinco de las etiquetas más posicionadas son para pedir la
intervención internacional. La certeza de que no lograrán derrocar a Nicolás
Maduro, democráticamente electo, por fuerza propia, parece ser mayoritaria
1 comentário:
Apesar de uma investida feroz,o governo Bolivariano apoiado pelo seu povo (muito e tem sido imprescindível)tem dado provas de uma inteligencia e coragem sem precedentes.Que vivan,los Chavistas!Bjo
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